La fotografía macro ha sido el recurso perfecto que me ha permitido convertir las sensaciones, deseos, huellas y emociones de mi infancia, en imágenes. Imágenes donde lo pequeño se hace grande; lo invisible, visible; lo desapercibido, se hace evidente; lo insignificante, cobra importancia. Toda la importancia que realmente tiene.
Siempre he pensado que no hace falta viajar a países lejanos y exóticos, para descubrir imágenes impresionantes. Muchas veces, tenemos a nuestro lado imágenes únicas pero que, por su sencillez, cercanía y pequeñez, nos pasan desapercibidas. Son estas imágenes las que captan mi atención. Cuando cojo mi cámara, nunca salgo a hacer fotos de algo en concreto. Sé que quiero hacer fotos , pero, en ese momento, no sé todavía de qué. Suelo caminar, sentarme en algún sitio, observar y esperar hasta que algo capta mi atención. Y, es ahí, cuando me meto de lleno en aquello que veo y no paro hasta que obtengo lo que busco.
Es este proceso, en el cual, es completamente necesario ir sin prisas. El tiempo utilizado, no es un tiempo perdido. Ese tiempo es la clave para conseguir lo que buscas; la instantánea está ahí; puedes darte de narices con ella, o puedes pasar de largo y perderla para siempre. Tu dedicación y tu paciencia harán que ocurra una cosa u otra. Personalmente, dos partes de técnica y ocho de corazón componen la fórmula que hace que vea este mundo cada vez más increíble.